Si el día se ha levantado con una victoria por parte de Boston frente Atlanta, que acaba así con la negativa racha de los últimos partidos, podemos dar por terminada la primera fase del nuevo ciclo post-traspasos, para adentrarnos en el calentamiento de las series de post-temporada. Abril es muchas veces un mes anodino, en el que los contendientes de la segunda ronda miden en sus enfrentamientos pendientes el estado de forma para los futuros cruces y los todavía aspirantes intentan hacerse un hueco entre los ocho elegidos de cada conferencia. Afortunadamente, hoy los Celtics son menos un equipo aspirante que un equipo a punto de clasificarse, pero en absoluto le espera un final de temporada regular tranquilo.
Lo primero que conviene señalar es que el optimismo ante la siguiente fase se ha visto seriamente mermado a causa de las cuatro derrotas consecutivas frente a New York, Chicago, Detroit y Dallas. No es para menos: se ha sucumbido frente a dos rivales directos, un sólido equipo de la otra conferencia y ante a un rival difícil, frente al cual se sufrió una enorme humillación. Una humillación derivada de una situación de incomprensible prepotencia, generada por la increible racha de victorias precedente, que ya no son suficientes para asegurar la competitividad de este equipo en unos playoffs frente a las primeras y segundas potencias del Este.
La nueva era Walker ha señalado las posibilidades y las limitaciones, las luces y las sombras de un equipo capaz de rendir a un buen nivel pero no de demostrar consistencia en su competitividad ni de inspirar una gran confianza en una eliminatoria frente a las potencias del Este. Esta conclusión se ajusta bastante a lo que cabía esperar de los resultados del traspaso de febrero, mucho más de lo que se ajustaba la racha de victorias, que aunque brillante, no representaba equilibradamente el potencial de la actual estructura del equipo. Y utilizo la palabra estructura, no sólo apelando a sus componente sino al reparto de minutos.
Boston ha apostado por concentrar los minutos en la renovada dupla Walker & Pierce, a la que se suman con un buen numero de minutos la veteranía -para bien y para mal- de Payton y el desparpajo de Davis, cuyo rendimiento ha sido verdaderamente notable en calidad de sexto hombre. Justo hoy ha igualado la marca de partidos finalizados con más de 20 ptos como sexto hombre, que ostentaba Kevin McHale desde la temporada 90-91. Un recordatorio este, que sugiere alguna comparación más con aquel equipo. En aquellos tiempos también eran cuatro los pilares principales: Bird, McHale, Parish y Lewis, tres titulares y dos suplentes. A ellos se sumaban dos contribuciones importantes en la titularidad: Kevin Gamble y Brian Shaw, exactamente igual que hoy, con Tony Allen y Lafrentz. Aunque no en las mismas posiciones, sí tenían en común el presentar algunas inconsistencias. Bien sabemos que particularmente difíciles resultan las inconsistencias bajo los tableros. Sin embargo, más posibilidades tienen los Celtics de este año en el banquillo. Debajo de esos seis jugadores se encuentran West, Blount, Banks, Jefferson, Perkins y Redd, muy superiores conjuntamente a Brown, Kleine, Pinckney, Smith, Vrankovic y Wynder. He aquí porque resulta clave el concepto de estructura: porque existe un banquillo capaz de cambiar las posibilidades, y cuya participación en el juego resulta a menudo inferior a la que algunos esperamos. Clamoroso resulta el caso de Jefferson, condenado últimamente a disputar un reducidßsimo numero de minutos, y es ciertamente inestable el tiempo de juego de Perkins, Banks o West. Alrededor de su tiempo de juego existe un cierto debate en el mundo celta, pues las preferencias en el reparto de minutos no se ajustan mayoritariamente al esquema actual y son a la vez muy diversas y variadas.
En los diez partidos que quedan a partir del domingo comprobaremos si aumentan las luces o las sombras. El ciclo de partidos constituye el test ideal para comprobar la fuerza competitiva de este equipo: dos partidos frente a los Sixers, uno frente a Miami, otro contra Washington, dos más contra New Jersey, uno contra Toronto, uno contra los Cavs y dos contra Milwaukee. Ninguno de estos rivales va a regalar nada y la mayorßa luchan por un hueco en los playoffs. Sólo un saldo claramente favorable de resultados en este ciclo puede ser convincente para creer en las posibilidades de este equipo.
Lo primero que conviene señalar es que el optimismo ante la siguiente fase se ha visto seriamente mermado a causa de las cuatro derrotas consecutivas frente a New York, Chicago, Detroit y Dallas. No es para menos: se ha sucumbido frente a dos rivales directos, un sólido equipo de la otra conferencia y ante a un rival difícil, frente al cual se sufrió una enorme humillación. Una humillación derivada de una situación de incomprensible prepotencia, generada por la increible racha de victorias precedente, que ya no son suficientes para asegurar la competitividad de este equipo en unos playoffs frente a las primeras y segundas potencias del Este.
La nueva era Walker ha señalado las posibilidades y las limitaciones, las luces y las sombras de un equipo capaz de rendir a un buen nivel pero no de demostrar consistencia en su competitividad ni de inspirar una gran confianza en una eliminatoria frente a las potencias del Este. Esta conclusión se ajusta bastante a lo que cabía esperar de los resultados del traspaso de febrero, mucho más de lo que se ajustaba la racha de victorias, que aunque brillante, no representaba equilibradamente el potencial de la actual estructura del equipo. Y utilizo la palabra estructura, no sólo apelando a sus componente sino al reparto de minutos.
Boston ha apostado por concentrar los minutos en la renovada dupla Walker & Pierce, a la que se suman con un buen numero de minutos la veteranía -para bien y para mal- de Payton y el desparpajo de Davis, cuyo rendimiento ha sido verdaderamente notable en calidad de sexto hombre. Justo hoy ha igualado la marca de partidos finalizados con más de 20 ptos como sexto hombre, que ostentaba Kevin McHale desde la temporada 90-91. Un recordatorio este, que sugiere alguna comparación más con aquel equipo. En aquellos tiempos también eran cuatro los pilares principales: Bird, McHale, Parish y Lewis, tres titulares y dos suplentes. A ellos se sumaban dos contribuciones importantes en la titularidad: Kevin Gamble y Brian Shaw, exactamente igual que hoy, con Tony Allen y Lafrentz. Aunque no en las mismas posiciones, sí tenían en común el presentar algunas inconsistencias. Bien sabemos que particularmente difíciles resultan las inconsistencias bajo los tableros. Sin embargo, más posibilidades tienen los Celtics de este año en el banquillo. Debajo de esos seis jugadores se encuentran West, Blount, Banks, Jefferson, Perkins y Redd, muy superiores conjuntamente a Brown, Kleine, Pinckney, Smith, Vrankovic y Wynder. He aquí porque resulta clave el concepto de estructura: porque existe un banquillo capaz de cambiar las posibilidades, y cuya participación en el juego resulta a menudo inferior a la que algunos esperamos. Clamoroso resulta el caso de Jefferson, condenado últimamente a disputar un reducidßsimo numero de minutos, y es ciertamente inestable el tiempo de juego de Perkins, Banks o West. Alrededor de su tiempo de juego existe un cierto debate en el mundo celta, pues las preferencias en el reparto de minutos no se ajustan mayoritariamente al esquema actual y son a la vez muy diversas y variadas.
En los diez partidos que quedan a partir del domingo comprobaremos si aumentan las luces o las sombras. El ciclo de partidos constituye el test ideal para comprobar la fuerza competitiva de este equipo: dos partidos frente a los Sixers, uno frente a Miami, otro contra Washington, dos más contra New Jersey, uno contra Toronto, uno contra los Cavs y dos contra Milwaukee. Ninguno de estos rivales va a regalar nada y la mayorßa luchan por un hueco en los playoffs. Sólo un saldo claramente favorable de resultados en este ciclo puede ser convincente para creer en las posibilidades de este equipo.
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