Boston sigue persiguiendo el camino hacia la victoria desde el traspaso de Ricky Davis and Co, pero parece que no acaba de encontrarlo. Esta noche han sido Los Angeles Clippers (98-81) los responsables del último correctivo sobre el equipo bostoniano, que para colmo de males se va a quedar sin Al Jefferson durante unos treinta días a causa de la lesión que se hizo durante el partido.
Claro que uno se pregunta que puede aportar Boston para frenar a los Clippers y no obtiene respuesta satisfactoria. Si Sam Cassell y Elton Brand empiezan a jugar como saben, ¿quien los va a parar? ¿West? ¿Greene? ¿Lafrentz? ¿Perkins? ¿O tal vez Scalabrine? Ninguno, ciertamente. Boston es poco más que una colección de jugadores inmaduros, mediocres e incluso acabados, que ve disolver sus posibilidades de éxito a media que Ainge hace nuevos traspasos o incorpora agentes libres durante el verano. El problema no es que una temporada mediocre se dé por perdida ya en el mes de febrero, sino las bases que se dejan para los próximos años: onerosos contratos, jóvenes que progresan insuficientemente, contratos innecesariamente largos para jugadores del montón. Y todo ello culminado con un equipo técnico que no tiene una idea clara, ya no de como hacer jugar a este equipo, sino de como se juega al baloncesto. Un equipo que ha renunciado a dotarse de un equipo defensivo, la consecuencia más remarcable de lo cual es el lento aprendizaje en esta materia de jugadores clave para los próximos años como Jefferson, y la tendencia a incorporar jugadores de corte exclusivamente ofensivo (Szczerbiak, Dickau...).
Pero lo más increible es que a pesar de las evidencias, se sigue dando cobertura desde distintos opinadores y medios a la estrategia seguida por Ainge, y lo hacen desde una gran contradicción. Por un lado, aplauden su capacidad de incorporar jóvenes jugadores a la plantilla, que en el futuro pueden contribuir al rendimiento del equipo. Y por el otro dan la bienvenida a jugadores que van a condicionar fuertemente el espacio salarial del equipo en el futuro, impidiendo pasar de una fase de creación de una base de jugadores jóvenes, a una fase de refuerzo en el mercado de agentes libres en un año o dos. Esa contradicción es el gran error de Danny Ainge: aun olvidándonos del caso Lafrentz, Wally, Dickau y Scalabrine, jugadores incorporados en los últimos tiempos, forman una base no competitiva innecesaria para el presente, porque no hace al equipo más fuerte, y para el futuro. Habría sido mucho más hábil no fichar a esos dos últimos y aprovechar el traspaso de Ricky Davis o bien para liberar salarios, o bien para evacuar el contrato de Blount a cambio de contrapartidas menos exigentes que los 13 millones de Wally par los proximos años.
Es por todo esto que el rey está desnudo. Los discursos ya no visten al monarca, la cruda realidad son 18 victorias y 29 derrotas, lo que supone tan sólo un 38,3% de victorias en lo que va de año, con el agravante de que acumulamos un récord de cuatro derrotas en los últimos partidos. Estamos claramente en una franja de gran mediocridad.
Claro que uno se pregunta que puede aportar Boston para frenar a los Clippers y no obtiene respuesta satisfactoria. Si Sam Cassell y Elton Brand empiezan a jugar como saben, ¿quien los va a parar? ¿West? ¿Greene? ¿Lafrentz? ¿Perkins? ¿O tal vez Scalabrine? Ninguno, ciertamente. Boston es poco más que una colección de jugadores inmaduros, mediocres e incluso acabados, que ve disolver sus posibilidades de éxito a media que Ainge hace nuevos traspasos o incorpora agentes libres durante el verano. El problema no es que una temporada mediocre se dé por perdida ya en el mes de febrero, sino las bases que se dejan para los próximos años: onerosos contratos, jóvenes que progresan insuficientemente, contratos innecesariamente largos para jugadores del montón. Y todo ello culminado con un equipo técnico que no tiene una idea clara, ya no de como hacer jugar a este equipo, sino de como se juega al baloncesto. Un equipo que ha renunciado a dotarse de un equipo defensivo, la consecuencia más remarcable de lo cual es el lento aprendizaje en esta materia de jugadores clave para los próximos años como Jefferson, y la tendencia a incorporar jugadores de corte exclusivamente ofensivo (Szczerbiak, Dickau...).
Pero lo más increible es que a pesar de las evidencias, se sigue dando cobertura desde distintos opinadores y medios a la estrategia seguida por Ainge, y lo hacen desde una gran contradicción. Por un lado, aplauden su capacidad de incorporar jóvenes jugadores a la plantilla, que en el futuro pueden contribuir al rendimiento del equipo. Y por el otro dan la bienvenida a jugadores que van a condicionar fuertemente el espacio salarial del equipo en el futuro, impidiendo pasar de una fase de creación de una base de jugadores jóvenes, a una fase de refuerzo en el mercado de agentes libres en un año o dos. Esa contradicción es el gran error de Danny Ainge: aun olvidándonos del caso Lafrentz, Wally, Dickau y Scalabrine, jugadores incorporados en los últimos tiempos, forman una base no competitiva innecesaria para el presente, porque no hace al equipo más fuerte, y para el futuro. Habría sido mucho más hábil no fichar a esos dos últimos y aprovechar el traspaso de Ricky Davis o bien para liberar salarios, o bien para evacuar el contrato de Blount a cambio de contrapartidas menos exigentes que los 13 millones de Wally par los proximos años.
Es por todo esto que el rey está desnudo. Los discursos ya no visten al monarca, la cruda realidad son 18 victorias y 29 derrotas, lo que supone tan sólo un 38,3% de victorias en lo que va de año, con el agravante de que acumulamos un récord de cuatro derrotas en los últimos partidos. Estamos claramente en una franja de gran mediocridad.
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